De donde no se vuelve

De donde no se vuelve

Llevo una semana un poco ausente. La navidad rompió mi rutina de pasarme por aquí todos los días a subir un post o revisar alguna de las publicaciones pendientes. Pero me dio una rutina nueva: la de volver a leer.

Entre mis manos ha caído una entrevista a Alberto García-Alix de 10 horas. Lo conocí en persona en un laboratorio en Madrid. El seguro que no se acuerda de mí. Voz ronca, no sé si de traqueotomía o sólo de tabaco, pensé que no lo iba mal ver a un médico.

Me dijeron quién era con reverencia, pero como era (soy) un absoluto ignorante de la fotografía española, el nombre sólo me sonaba vagamente. Fotógrafo de la movida, me susurraron, y perdí el interés instantáneamente.

El caso es que su nombre ha salido un par de veces más, me crucé con este libro y en un arrebato de curiosidad. Y descubrí que había hecho moda por encargo. En concreto, a Emma Suárez en 1987:

No me extraña la fama. Una solo foto que no te deja indiferente. Me hizo pensar en cuantas fotos disparo (disparamos) hoy por sesión.

Buscando un poco más, encontré de que me sonaba el nombre. Del libro "De donde no se vuelve". Y creo que de esta foto yo tampoco he vuelto.

Dándole vueltas a la foto, me interesa mucho saber el proceso creativo de la gente que hace retrato (otro día hablamos de Platón), así que dándole vueltas a esa foto, he encontrado una entrevista de Emma Suárez donde cuenta algo. Paso a fusilar un fragmento que espero no sea ilegal:


En 1987 te sacó una foto Alberto García-Alix, cogiéndote del cuello; ¿qué quería expresar?

Era amiga de Eduardo Momeñe, un fotógrafo excepcional amigo de mi hermano mayor. Un día me pidió que hiciéramos fotos, acepté y me fui a su estudio con ropa, disfraces y demás para posar. Ponía música, cogía la Hasselblad y salieron fotos impresionantes. Disfruté mucho, la verdad. Sentía esa energía que se proyecta cuando sientes que está pasando algo artístico. Salieron fotones, que no han visto la luz, las guarda él, es muy modesto, un verdadero artista. Un día no sé cómo, de algún amigo periodista surgió que habían contratado a Alberto García-Alix para hacer retratos y me dijeron que fuera.

Llegué a un lugar que supongo que sería donde él vivía. Era una nave, un sitio muy extraño. No se me olvidará jamás esta sesión. Estaba ahí con su chica y le decía [pone voz de cazalla]: «Maquíllale un ojo y tal». Y me maquillaba. Luego: «Ponte esta camisa mía». Me la ponían. Y: «Nena, estate quieta, ¿eh?, nena». Tres horas me tuvo estándome quieta. Entonces me metió la mano por la camisa hasta cogerme el cuello, ahí con todos los anillacos, y sacó la foto. Yo pensaba «Pero ¿este tío…?». Luego cuando me lo he encontrado le he recordado lo que me hizo sufrir en la sesión.

Imagínate, yo era una adolescente ingenua y vulnerable, y te encuentras con Alberto García-Alix, con esos brazos tatuados, las Harleys en la puerta, ese ambiente… por lo menos extraño. Me cansé mucho en la sesión, y me mosqueé, pero al mismo tiempo me di cuenta de que no tenía ni un pelo de tonto, era brillante y sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Eso lo sientes. El caso es que me fui de allí y allí se quedó la foto. Le he dicho que a ver cuándo me la manda y me dice: «No sé dónde está, la tengo que buscar». ¡Nunca llegará esa foto a mis manos! Me encanta el contraste que creó mi cara, puesto que yo era solo una niña, y su mano, tan masculina, con las calaveras de los anillos, esos tatuajes… Porque todos estos del fanzine El canto de la Tripulación tenían tatuajes por todas partes, pero tenía un sentido. Ahora se tatúa todo el mundo.


Necesito encontrar otra historia: Inés Sastre.